Bacaramanga es un lugar que rompe. Rompió mis esquemas, la visión que de los demás tenía. Los imaginé haciendo corros ante la sorpresa, recaudando entusiasmos en la adversidad o enloqueciendo en fiestas interminables. Lanzaban conjuros renovadores y bebían zumos que las nubes dejaban caer. Todo aquí me sorprendía. Incluso yo, qué mirando desde las afueras les veía vivir un sinsentido cargado de razón. He dormido, he paseado o he jugado con Bacaramanga; muchas veces me hablaban y yo traducía las palabras a su lengua y las escribía. Con este pellizco a la existencia he crecido y disfrutado hasta lo indecible. ¡Qué no! Qué no se puede medir el placer del compartir. El enviar pequeños o largos telegramas diarios de una excursión que con los años ha sido una incursión. Ya es tiempo de buscar otros lugares, otras almas a las que retratar. Hoy es el día que marca el calendario y que sin duda llevaré tatuado en el corazón.
Cuando me pregunten, diré que sí, que es mi biografía y la de los muchos amigos a los que les gustó. Que seguiremos juntos porque por mi parte el callar no tiene aquí uso.
Todos vivimos en Bacaramanga, solo que a veces no leemos bien la señal que hay a la entrada y que es la misma que la de la salida. Porque una vez conocido, regresaremos. Cada locura suelta por el mundo es un lazo a Bacaramanga. Se cierran las tapas de cartón.
Muchas, muchísimas gracias por visitar este lugar. Por mirarme y hacerme sentir que hay un sitio como este en cada corazón y cada cerebro. Porque estos dos juntos, el corazón y el cerebro hacen que la humanidad funcione…Os quiero, un beso.
viernes, 30 de diciembre de 2011
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