viernes, 30 de diciembre de 2011

15/12/11.- En Bacaramanga el Fuego se siente a gusto. Tanto es así que adquirió artículos determinados. Amigo de todos, gusta salir de paseo. Es bien recibido en todas partes y solo lamenta no tener zapatos. Se conformaría con unas chancletas hechas con amor pero no es suficiente. Los madereros le hicieron unas botas…las lleva en un broche los domingos. Los herreros machacaron acero para unas suelas…usa las chinchetas para dejar mensajes. Las piedras se moldearon a sí mismas porque le tienen cariño y admiración. Les cuenta los chistes más graciosos sobre cacahuetes que se tienen por duros. Al ser muy pesadas idearon hacer una por huella y así solo era cuestión de posarse. Buena idea para todos porque ahora se usan para el paseo y siempre están ocupadas. Es tan querido que se turnan para llevarlo de un sitio a otro. Llega a todas partes y ha podido formar una familia; viven en un castillo alto, que bien viene para iluminar la noche. Él se enamoró de la Fuego nada más verla chispear entre unas piñas. Coincidían en los semáforos y se rozaban. Los trasportafuegos les pedían calma del calor que desprendían. Tienen veintitrés hijos que a la escuela van; calientan las discusiones con su fogosidad.



Chiste de cacahuetes: ¿Qué piensa un cacahuete oriental?________Soy una chinita.






16/12/11.- En Bacaramanga las fotografías retratan el instante. No se sabe si es el momento adecuado pero sí que es el preciso. Ser fotógrafo aquí es costoso y están muy valorados porque no solo es darle la orden a la máquina…Las personas, las cosas o los paisajes se sienten interesantes y paran. Llaman al fotógrafo de turno y solo se mueven cuando ya está hecha la toma. Cuando llega, sabe en qué lugar exacto ha de colocarse y no tiene que alentar a la sonrisa porque esto va unido con la instantánea. Curioso ver al viejo árbol con sus retoños, allí, tan felices ellos. Siempre hay algún espontaneo que no deja de arrejuntarse y es bien recibido. El sol sale poniendo caras, haciendo gestos. Ellos, los fotógrafos, llevan una gran maleta donde guardarán los botes y tarros para que no se pierda nada. Se ocupan de recoger el olor, el sabor o el tacto del lapso. Todo se guarda debidamente etiquetado. Las estampas se distribuyen con complementos. Ha habido casos en los que se tuvo que hacer otro anexo a la casa para poder ponerlas. Cuando te acercas al lugar se abren las puertas y sabes que eres bien recibido. La exposición es itinerante y lo mismo la encuentras en un bosque que en un amanecer. Las fotografías no se mueven, son ellos los que no las dejan quietas porque los recuerdos son inalterables.






UN  ANIVERSARIO 16/12/11.- En Bacaramanga una pareja se amaba tanto que compartían el corazón. Lo tenían acomodado en un arcón de recuerdos. Ellos no usaban electricidad porque la fuerza de su entusiasmo era suficiente. A veces lo sacaban a pasear; en el parque las flores y los arboles se confundían y pensaban que la primavera había llegado. Cuando se separaban las pecas de ella se encendían y mandaban mensajes calientes que le decían a él que le esperaba. Curiosamente con el tiempo compartían hijos, amigos, gustos…sin dejar de crecer a la par. Ellos, eran dos, pero bien podían ser uno; amor no tiene plural.






17/12/11.- Un día a Bacaramanga llego un pájaro enamorado. Son dignos de ver y dan una pena singular. Menos mal porque su belleza es tal que puede hacer que le entre el hambre más voraz y de no ser por la pena que da te lo comerías. Es un ave con pocas plumas, pero muy grandes que le cubren desde las orejas hasta las uñas de sus palmípedas patas. Le llaman ave porque vuela, sin adivinar como lo consigue. Se enamora sin remedio de las flores azules que salen debajo de las tejas rojas. Llegó metiendo un ruido extraño y asustó un poco a todos. Hasta las nubes se habían apartado. Carraspeaba como si algo fino se habría instalado en su garganta. Tenía los ojos de un tono verde preocupante. Un amor apasionado lo apretó contra su pecho y le hizo escupir una semilla. Todos allí miraron la chispa y le dieron la enhorabuena. Se sentó encima y nunca jamás se movió. Lo vieron ascender en el mismo sitio, apoltronado, en un ramito primero y luego en el árbol más alto del lugar. Tenía el tronco recio y se cubría por miles de plumas que desde las orejas hasta las raíces lo vestían. Y allá en la cumbre crecían flores azules que planeaban el amanecer.





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