jueves, 13 de mayo de 2010

En Bacaramanga la plaza preferida por todos es redonda. Uno se siente acurrucado cuando está en ella. Es redonda porque las sombrillas son redondas, las tazas de café, el sol y la sombra. Es redonda sobre todo porque es el camino infinito. Entras en el círculo y caminas. Juntos, en fila, rápido o despacio, siempre caminas. Siempre con la templanza del que se siente libre para dejarla cuando quiera.

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