martes, 3 de noviembre de 2009

Un día en Bacaramanga se fijaron las miradas en un punto. Aún se recuerda el lio que se monto para encontrar cada uno las suyas. Que las miradas tal que se sueltan se emparejan. Nada mas verse se enamoran y esa imagen nunca desaparece. Se refleja en los pomos de las puertas, en el brillo que tiene la lengua de una vaca o en las uñas de un gato pardo y en todas esas cosas que reciben la luz en un amanecer cualquiera.

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