domingo, 11 de abril de 2010

Un día en Bacaramanga se encontraron dos amigos. Hacia tanto que no se veían…que cerraron los ojos para no perder la costumbre. Abrieron las narices para olerse. Y sus manos se entrelazaron tímidamente al principio, con emoción después. Se hablaron tan dulcemente y bajito que sus orejas se quedaron pegadas una a la boca de la otra. Sus pestañas se enredaron y el cabello se trenzo en una sola coleta. Nunca más se separaron porque no hace falta. Ya son uno como todos los amigos.

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