En Bacaramanga había uno que no oía. Se le gastaron los oídos. Desde siempre supo que esto pasaría porque tenía la facultad de oír sin querer. No lo podía remediar todo lo que sonaba, él lo sentía dentro, entraba por sus orejas como el agua por la boca de un vaso.
Uno que paso por allí le dijo…¿Por qué no oyes por los ojos? Y desde ese día espera que alguien pinte la vida para poder oírla.
lunes, 20 de septiembre de 2010
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